Diario de una mujer en pantalones
19 de agosto, 1883 Puedo sentir la luz del sol entrar a través de mis débiles párpados y el aroma del dulce río Loira a través de la brisa que entra por la ventana. Las sonrisas de mis orgullosos padres relucen en mares de alegría y mis llantos se podrían oír a kilómetros de distancia. Con el rabillo del ojo puedo ver a mi hermana tirando del vestido de mi madre en busca de atención, pero ella está demasiado ocupada examinándome. Tiene el pelo recogido en un moño y está agotada por el parto, pero sigue siendo bellísima. Sus penetrantes ojos verdes esmeralda podrían iluminar toda la habitación sin esfuerzo y sus dedos largos y sedosos entrelazados en mi cuerpo son como una canción melodiosa, cual único fin es tranquilizarme. Esta mujer es la luz de mi vida, espero no perderla nunca. 21 de abril, 1887 (cuatro años después) Las láminas de madera del suelo de mi casa crujen a cada paso que doy, parece que vayan a partirse en cualquier momento. Es un …