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El paso del tiempo

Ver pasar los años, no hacer nada para cambiarlos, todos iguales, los mismos males. Ver pasar el tiempo, a la velocidad del viento. No hay un solo remanso, sigue el reloj sin descanso. Ver pasar las cosas, rápidas como las mariposas. Reloj maldito, dame tiempo infinito. Ver pasar la vida, sin ser agradecida. Mil argumentos, durante el paso del tiempo. Irene Rivas de Juan. 4º ESO

ABISMO

Yo siento que bajo y caigo, siento que no puedo subir. Yo siento que bajo y caigo siento que nadie me puede oír. Quizás es una pesadilla, otra a la que olvidar. Y entonces miro al vacío bajo mis pies y me siento bajar y bajar. Cuando toque el suelo despertaré tengo firmeza de ello. Cada vez eso se acerca más y es que “eso” es el suelo. Siento que bajo y caigo que desciendo por este abismo. Al menos veo el cielo, azul, brillante, al menos veo mi destino. Algunos dicen que la vida es cruel ¡Menuda hipocresía! Si al final a ellos son los primeros a los que les va bien la vida. ¿Y mientras tanto yo que hago? ¡Nada más que bajar y bajar! Cierro los ojos, miro al suelo. Queda nada para llegar al final. Alba Arenas. 1º ESO

Vivir

No quiero ser tu compañera ni que mi voluntad obtures con mi miedo, no quiero ser tu prisionera, ¡Sopla fuerte! ¡Arrastra el velo!   Sombras que pretenden dar el alto, rocas que se esparcen cubriendo el camino. Sigiloso, asustando, vas robando mi libertad, mis pasos, mi destino…   Pretendías escribir mi historia, turabandome de oscuros sentimientos, ensuciando poco a poco la memoria, llenando de rencor mis sentimientos.   No quiero mirar atrás y verte, déjame respirar el horizonte eterno, llévate el temor de aquel que siente al observar el campo que quedó yermo.   Cuando en soledad a su puerta llegue, orgullosa de haber vivido plena, una última mirada leve, el adiós de la muerte que me lleva.   Vera Vilches Torres, 2º E.S.O

Solo tengo una carta

Solo tengo una carta, nada más.   Fecha negra, anuncio de realidad. No tengo nada más.   Te imagino en el frente defendiendo voces impostadas de un ideal ajeno.   Desvelas la memoria de mis recuerdos Ladra la conciencia de la noche.   Niego este absurdo amanecer, si no tengo la certeza de tu ocaso.   ¿Por qué no descansan tus manos entre aquellos humildes olivares?   Solo tengo una carta nada más.  

La cuna desierta

Tras el quieto silencio: “un llanto”, un agujero frío, húmedo, yerto… solitaria arropa con su manto, la quebrantable lápida: un recuerdo.   Una vida corta, una esperanza el último aliento en tu cuna desierta un vacío repleto de añoranza te marchaste dejando aquella puerta abierta.   Ahora, olvidado, siento tu llamada brotar de la tierra, voz del pasado, apuñalando mi pensamiento como espada, no eres un nombre más que se ha borrado.   A este antiguo sepulcro abandonado cuyo arbusto que nace impide distraerte, le dedico estos versos que se han creado desafiando el olvido de la muerte.   Autora: Vera Vilches  

Ella bailaba

Ella bailaba, simplemente no paraba de bailar, de moverse; de vivir. Ella bailaba, y con ella sus pensamientos revoloteaban por el aire, el cielo y las nubes, formando constelaciones de sueños, danzando al son de su ritmo, esperando el momento idóneo para ser perseguidos por su dueña. Ella bailaba, encantaba al mundo con su movimiento, agitaba las mentes de unos y despertaba los recuerdos de otros. Mientras bailaba, llenaba de flores el jardín de su mente. Las cuidaba. La regaba. Le gustaba verlas crecer, pero aun así, no era lo que más la preocupaba. Ella bailaba, y sus flores sacudían sus tallos, dejando libres sus pétalos al viento, sin preocupación alguna, ajustando sus hojas al movimiento. Otoño. Época de disfraces, botas de agua y charcos. La niña desliza sus pies por el barro. Relevé, plié, développé y grand jeté; bailando las hojas empezaron a caer. Una, dos, tres piruetas. Las primeras flores caen muertas dentro de su cabeza. Ella bailaba, mientras las flores se volvían marchitas, no se rendía, no paraba, estiraba sus manos como …