Sociedad
Deja un comentario

Sugar, la perrita analógica

Para las personas que, como yo, han nacido en un entorno digital la palabra analógico es sinónimo de antiguo, de vintage. De hecho, mi padre, al que le encantan los relojes me cuenta que en su época todos eran analógicos hasta que salieron los digitales e incluso, algunos modelos combinaban ambas posibilidades, es decir, las agujas y los numeritos, fue una auténtica revolución.
Yo asimilé la diferencia entre analógico y digital gracias a una historia de amor.
Cuando tenía casi 5 años fui diagnosticada de Diabetes Tipo 1. Estamos hablando del año 2012 y, aunque parezca mentira, en ese momento se utilizaban métodos muy rudimentarios para mantenernos con vida a los llamados dulces, las famosas jeringuillas. Mi cuerpo se convirtió de la noche a la mañana en un alfilitero. Entre las inyecciones de insulina y los controles de glucemia me pasaba el día entero dolorida.
Mis padres se pasaban el día leyendo artículos relacionados con mi enfermedad, intentando buscar alguna solución que la hiciese más llevadera. Con el paso de los años aparecieron inventos que me evitaban pinchazos pero, aun así, mi familia debía estar, casi las 24 horas, pendientes de mis subidas y bajadas y con el alma siempre en vilo.
Un día apareció en prensa un anuncio de una asociación que adiestraba a perritos para avisar de las hiper y de las hipoglucemias y, aunque el invento era carísimo, mis padres se metieron en la aventura y se pusieron en la lista de espera.
Aquel 24 de marzo de 2015 recibimos una foto de tres cachorritas de Jack Russell recién nacidas llamadas Menta, Madreselva y Magnolia y, esta última nos enamoró a todos.
Sus manchitas y su carita de peluche eran únicas, no lo dudamos ni un solo momento. Magnolia, a la que bautizamos como Sugar, sería el nuevo miembro de la familia.
Una vez en casa empezó la dura tarea de su entrenamiento. Los Jack Russel son unos perritos muy tozudos, pero a la vez muy inteligentes y cariñosos. Tenía que aprender a oler mis subidas y bajadas de azúcar, en resumen, el isopreno. Su instinto y su curiosidad hicieron que lo que parecía una misión imposible al principio, se convirtiese en una realizad increíble, casi mágica para los seres humanos que, aunque parecemos muy avanzados, estamos mucho más limitados que otras especies que nos rodean.
Esa bolita de pelo dulce y cariñosa que me seguía a todas partes, era capaz de saber cuando algo iba mal en mi cuerpo y su tierna mirada se convertía en la cara de un perro enfadado cuando su olfato detectaba alguna anomalía. En una ocasión, en la que la ignoré durante mucho rato, casi me muerde la mano como diciendo Paula eres tonta, te vas a caer de un momento a otro. Sus ojos hablaban, y sus patitas parecían tener muelles que la elevaban casi hasta mi cara para llamar mi atención.

Al poco tiempo me pusieron la bomba y el sensor de insulina. Tecnologías acompañadas de inteligencia artificial que me vigilan las 24 horas y que deciden, ellas solitas, cuando necesito o no insulina.
Hubo gente que me dijo: “que pena si lo hubieras sabido antes…no te habría hecho falta tu perrita”. Que equivocados estaban, Sugar que solo se alimenta de un puñadito de pienso al día, y de muchos cariñitos que es lo que mas le gusta, es capaz de avisarme 20 minutos antes que la inteligencia artificial de mi sensor, de que algo me va a pasar, sin necesidad de enchufarla ni de programarla. Su cerebrito y su naricita están en una incansable alerta, pendientes de mí en todo momento. Es mi heroína, es mi perrita.
Os acabo de contar la historia de amor más bonita que he vivido durante mis quince años de vida. Espero que hayáis podido entender la diferencia entre analógico y digital y que el hecho de vivir en una era tecnológica no es siempre análogo a progreso ya que un cerebro y el amor a raudales, te pueden salvar la vida con unos recursos muy limitados.

Paula Liberal Laso. 4º ESO

Deja un comentario