Narrativa
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El cazador de bestias

Una joven niña se levantó sobresaltada al escuchar el terrible aullido, era una noche clara y la luna llena brillaba con intensidad, cualquier persona normal se habría asustado pero ella ya sabía lo que iba a ocurrir. 

La aldea de Aswad era una pequeña aldea situada al lado de un gran bosque llamado el Bosque Negro, era un bosque oscuro y tenebroso. Todos sabían la terrible maldición que pesaba sobre el pueblo: cada plenilunio unos terribles lobos sanguinarios atacaban la aldea, provocando las muertes de muchos de los habitantes. Los aldeanos vivían atemorizados, sobre todo porque no contaban con los recursos necesarios para defenderse y eso provocaba más pérdidas de las deseadas. 

Pero por fin había llegado su salvación, después de pasarse años y años pidiendo ayuda a muchos cazadores, habían logrado que les atendiera Maoran, el Cazador de Bestias, un hombre que tenía fama de haber exterminado numerosas plagas de bestias: vampiros, dragones, etc. 

Todo el pueblo estaba feliz por su llegada. Aquella noche había luna llena por lo que sería ese el día en el que Maoran terminaría con los lobos. Lissel, una joven niña del pueblo, era la única que no estaba muy contenta, pues ella había perdido a toda su familia en un ataque de los lobos, y se había jurado a sí misma que libraría al pueblo de sus penurias, por lo que decidió que le pediría a Maoran que la dejase acompañarlo a matar a los lobos. Fue a buscarlo para hablar con él y lo encontró sentado preparando sus armas para la matanza. Maoran le preguntó qué quería y Lissel respondió diciéndole que quería ayudarlo y salvar a su pueblo, pero él le replicó diciéndole que no, que era una niña y que solo sería un estorbo. Como Maoran no le permitía ir con él, Lissel decidió que lo seguiría y que iría con él a matar a los lobos, le gustase o no.
Aquella noche todo el pueblo despidió a Maoran, le deseó buena suerte y él, orgulloso, partió sin saber que una niña lo estaba siguiendo hacia las entrañas del Bosque Negro. Al poco de llegar Maoran al bosque, unos enormes lobos negros salieron de la espesura, eran grandes, casi del tamaño de un león, y tenían unos ojos rojo sangre que resplandecían en la oscuridad. Maoran se acercó sin miedo, no era la primera vez que se acercaba a unos monstruos como aquellos. Pero estaba muy equivocado. En menos que canta un gallo, todos los lobos se abalanzaron sobre él, sin darle tiempo a reaccionar. Maoran se defendió como pudo pero eran demasiados; atacó con su látigo una y otra vez aunque no sirvió de nada. Iba a morir.

Pero justo cuando pensaba que todo había acabado, algo distrajo a los lobos: alguien les había tirado una piedra. Maoran miró hacia el lado donde había caído la piedra y vio la forma de una joven niña: Lissel. Había llamado la atención de los lobos y lo había salvado. Eso hizo que los lobos fueran a por ella, pero Maoran fue rápido y los embistió con su látigo, lo que provocó que las bestias cayeran y sin tiempo a levantarse, el cazador los apuñalara. Una vez hubieron terminado de deshacerse de los lobos, Maoran le dio las gracias a Lissel por salvarle, le dijo que lo sentía por haberla despreciado y que era una niña muy valiente. La niña le dijo que lo perdonaba y que gracias a ellos dos los terribles lobos habían dejado por fin en paz al pueblo de Aswad. 

Lo que ocurrió a continuación fue que Maoran le ofreció a Lissel que lo acompañara en su misión de ayudar a los pueblos en desgracia, y Lissel aceptó, ahora que su aldea estaba a salvo debía ayudar a otras. Y así pasó. Ambos se convirtieron en los héroes de aquellas tierras y durante miles y millones de años fueron recordados tanto por la aldea de Aswad como por todos los pueblos y reinos que salvaron como los Cazadores de Bestias. 

Daniela García – 1º ESO

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