Firmas

Tenéis que probar la anestesia.

Mucha gente tiene miedo de las operaciones, de los médicos, de los hospitales, pero… ¿no se dan cuenta de lo maravilloso que es la anestesia? Dicho así suena un poco extraño, y es comprensible, pero veréis, es la mejor experiencia que os puede pasar.

Lo peor es el principio, ya que la anestesia general es introducida a tu organismo mediante vías, y quieras o no, eso no es muy agradable. Después, te duermes sin enterarte y te despiertas en “el otro mundo” que lo llamo yo. Nada más abrir los ojos por primera vez, olvídate de las estructuras rectilíneas, o de los colores sin texturas o sin gradientes. Todas las partes del cuerpo te pesan más de veinte kilogramos, contando las uñas, pero no te preocupes, flotar vas a sentir que flotas igualmente, aunque te creas un luchador de sumo por toda la carga que sientes.

Tras haberte operado, te dejan unos diez minutos aproximadamente, que se te hacen no se sabe muy bien si cortos o largos, con la esperanza de que te recuperes de esa tontuna que tienes encima, pero es un intento fallido en toda regla. Intentas pensar, pero eso es imposible, haces actos en contra de tu voluntad, a favor de… de la absurdez. Intentas quitarte la mascarilla de oxígeno (es paradójico que pienses en ese momento que ésta no te deja respirar, pero sí, es lo único que piensas en los 10 minutos que te tienen allí), y después, empiezas a ver situaciones digamos que un poco paranormales. Ves a gente que en realidad no está (sabemos que no están porque, al levantar ese brazo tan pesado y pasarle por la zona donde en teoría está esa persona… no está), empiezas a sentirte en el espacio, o en un mundo inventado por tu cabeza (increíble, por fin algo que puede hacer mi pequeña pensadora en ese intervalo de tiempo)… Y de repente, notas que empiezas a moverte. ¿Pero qué es esto? Tranquilos, es el enfermero, que nos lleva de vuelta, nos lo ha dicho mil veces, pero no nos hemos enterado.

El ascensor que te baja (o sube) a tu habitación es como la nave espacial que te va a aterrizar en un planeta desconocido. Cuando llegas a la planta de las habitaciones, sientes que todo el mundo te mira (toda esa gente inventada, sí, toda esa), y por fin, llegas a la tuya, donde te esperan tus familiares ansiosos por verte, para ver que no te ha pasado nada, pero el ansia se transforma en risas cuando les sueltas un “Mamá, creo que soy un árbol. Respiro pero no pienso, soy un árbol”.

Menos mal que, de la misma tontería, te duermes en unos minutos y al despertarte se te ha pasado todo… En fin, en pocas palabras, una experiencia única.

This entry was posted in: Firmas
Tagged with: