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El Metro.

El Metro. Uno de las mejores inversiones que puede realizar una ciudad. Una gran ayuda para desplazarse a cualquier zona de la ciudad. Un lugar, donde las situaciones incómodas se triplican.

El típico plan de amigos de “vámonos al centro, pero en metro”. Quedamos a una hora en la boca de metro, y un consejo que siempre os voy a dar, nunca lleguéis a la vez que alguien, porque le ves, ¿y qué pasa? Mientras que os acercáis, ¿os miráis? ¿Bajáis la mirada al suelo? ¿Sonreis? No se sabe muy bien qué debemos a hacer ante esa situación, por eso os digo, evitadla, o hacer como yo, que si os pasa sacáis el teléfono móvil y hacéis que habláis por teléfono.

Volviendo al tema, estamos ya todos y entramos a la boca de Metro, y empezamos a ver el mapa. Vemos dónde está la estación a la que queremos ir, y cuántos transbordos hay que hacer, pero no os penséis que es fácil; es muy tentador el quedarse pegado al cartel como si se tratase de un jeroglífico egipcio de miles de años.

De ahí, vamos a comprar el billete (bueno, va la plebe que no tiene para gastarse más de diez euros en un MetroBus, como yo) y te dicen que cuantos más trasbordos hagas, más dinero tienes que pagar. Entonces empiezas a investigar y a ver qué estación no hay que clicar cuando vas a salir y qué estación es más barata. ¡Perfecto! Te sales con la tuya, pero te das vuelta y ves que, al haber estado media hora intentando decidirte, has formado una cola que para qué te cuento. Lo gracioso viene cuando introduces el ticket en el torno, y no sabes si primero tienes que entrar y luego cogerlo, o al revés, es decir, montas un espectáculo gratuito mucho mejor que el que monta el Circo del Sol.

Después, y gracias a Dios, entras al metro, y te sientas con tus amigos. Ves como, estación a estación, ves entrar a gente un poco extraña, y te quedas mirándoles como si acabaras de ver a un famoso (hasta que ellos te devuelven la mirada y haces como que te estás fijando en los zapatos del año mil del señor que tienes enfrente). Otra de las situaciones en las que puedes verte en un marrón es en las que empieza a pasar gente a pedirte limosna. Mucha gente te la pide, y si se la das, bien, y sino, pues también, pero es que hay algunos que si no se la das, te echan un mal de ojo, tipo “ahí te pudras, señor mamarracho”, y claro empiezas a montarte una película a lo Tim Burton de “verás la mala suerte que me va a traer esto”, “voy a suspender, y no por no haber estudiado, que no lo he hecho, sino por esta tontería”, y cosas así, y lo peor es que te puede fastidiar la tarde, pero como dicen algunos amigos “nada ni nadie nos fastidiará”

En fin, tras haber visto a más personajes extraños que en Star Wars entrando y saliendo del metro, llegas a tu estación y sales a la calle… O lo intentas, porque otra cosa es eso, los tornos de salida, que ya no son tornos, que ahora son una especie de “puertas” en las que, cuando pasas, estas se abren automáticamente, y tu, un poco tonto, pasas súper rápido porque piensas “¡ay! Que me pilla, ¡corre! Demuestra tus habilidades” Si entrara a un casting de alguna película de acción y éste fuera en el Metro, me cogerían de fijo.

En resumen, un espectáculo barato, no muy largo, y con cierto toque de humor.

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