Sociedad

Cuestión de prioridades.

Resulta irónico si digo que de cuantos más adjetivos disponemos, más me cuesta calificar con una palabra esto. Tal vez os confunda un poco puesto que no sabéis a lo que me refiero, pero en cuanto conozcáis del tema, entenderéis mi postura.

En la sociedad en la que vivimos, podemos decir que la mayoría de la gente vive medianamente bien. No me refiero a la gente que puede disponer del último modelo de coche, ni a la que tiene tres casas en la playa; simplemente las personas que tienen familia que se cuidan, un techo bajo el que cobijarse, un plato caliente de comida en la mesa todos los días o, simplemente, un vaso de agua. Son pequeñas cosas que como son comunes en nuestro día a día valoramos como insignificantes o no les mostramos la importancia que se merecen. Y es que, no todos disponen de estas cosas tan ‘insignificantes’.

Hoy en día más de 800 millones de personas sufren la pobreza. Hablamos de  inocentes niños, de trabajadores, padres y madres, de abuelos… hablamos de personas que no tienen ni ropa para taparse, de jóvenes y ancianos que luchan cada segundo por mantenerse en pie hasta el día siguiente y ni eso les es suficiente.

Son millones los casos que se dan al día, y da pena pensar que no somos capaces de hacer absolutamente nada. Nos gastamos el dinero en cosas que no merecen la pena. Escuchamos día tras día problemas políticos que no llevan a nada y uno de los problemas más graves en el mundo, que es el de la pobreza, no aparece apenas en las noticias; y por una simple razón: no interesa porque a nosotros no nos afecta.

No nos damos cuenta de que esta situación es más grave de lo que pensamos, que hay niños que no saben lo que es jugar, que hay jóvenes que no pueden tener un futuro el día de mañana, que hay ancianos que no pueden merecerse la vida que les queda rodeados de los que más quieren. Avergüenza darse cuenta en el año en el que estamos y ver las condiciones de vida que tienen determinadas personas, pero sobre todo avergüenza el poder ayudarles y no hacerlo.

¡Qué son personas y no enemigos! Son personas que no tienen nada, que por no tener, no tienen ni con qué ni cómo quejarse. Y, personalmente, no creo que esto sea una cuestión de prioridades. Más bien es una desigualdad injustificada. Somos egoístas; solo nos damos cuenta de lo malo, de lo que está pasando, cuando lo sufrimos nosotros. Y claro está, no somos ninguno de nosotros el causante de esta desgracia, pero tampoco estamos siendo partícipes del fin de este sufrimiento.

¿Y qué opináis de la gente que huye de sus casas, de su país natal en busca de mejores condiciones de vida? Familias que huyen de Siria o las que vienen en patera cada día a la Península. No vienen a robarnos nada. Huyen de un lugar en el que sólo ven armas cada día o de un lugar en el que no han visto un hogar en su vida.

No sé cómo valorar o calificar esta situación en la que nos encontramos, hoy, en pleno siglo XXI. Solo sé que esta situación injusta merece un cambio y necesita también que nos pongamos en la piel de los que la sufren, porque como dijo hace mucho un escritor, ‘La pobreza consiste en sentirnos pobres’.